15 ene 2010

Por un momento pensé

Después de la nevada en Madrid, ya derretida y sin rastros en la calle, aún queda la vista de las montañas al amanecer frente a casa... Uno de esos momentos en que pienso en si tiene sentido lo que hago en mi vida, si de verdad importa. Y al transcurrir un rato vuelvo al escritorio a trabajar con un café, regreso a la batalla del día a día, espantando de un manotazo todo misticismo y entonces pienso en si tiene sentido dedicarle minutos a pensar en ello y no a trabajar.

¡Y creo que sí!





14 ene 2010

AUSTRALIA IX: el viaje de vuelta

Día 18:
A partir de ahora se mezclan los días y las noches. Los aviones y las largas distancias hacen que las horas vayan adelante y atrás. Y lo de los tobillos y rodillas jode que no veas. Me ofrecen una silla de ruedas en el aeropuerto, pero prefiero no usarla, aunque me tome más tiempo llegar al embarque. Todo bien. Encuentro los flight socks que me sugirió el Dr. James en Noosa. Pero con el cambio de presión en el avión, la hinchazón es imparable y molesta. Una azafata me ofrece de nuevo pedir una silla de ruedas al llegar a Singapur y yo le digo que en realidad no la necesito, que me sentiría incómodo, que no hace falta, pero ella insiste, que "ahora estamos a tiempo, que al fin y al cabo solo le facilitará las cosas, no tendrá usted que estar de pie o andar, con el cansancio y el dolor que implica y no tendrá que hacer colas, pues ambarca entre los primeros...". Y le digo: "Ah, vale, de acuerdo, pues sí, la tomo entonces, muchísimas gracias". Lo que yo no sabía y seguramente tampoco sabía Maria, la azafata de Emirates que me la ofreció, es que me llevarían a hacer unas pruebas, recetar medicación (un médico mayor de Singapur que apenas podía mantener los ojos abiertos al escribir la receta), decidir él si yo podía seguir volando o no —suerte que dijo que sí— y cobrarme ciento y pico de dólares de Singapur por el chequeo y los medicamentos (¡...!). Hay que joderse con los Singapurenses. Me quejé, por supuesto, de buenas maneras, se lo comenté a los de Emirates y pediré al seguro que me lo reponga, pero vivo en España; solo dios sabe el caso que me harán.

El caso es que sigo con el viaje. Los tobillos, que ahora se confunden con los talones en una gran masa redondeada, molestan y entorpecen, pero todo bien, no vaya a ser que me lo cobren. En Dubai efectivamente no me cobraron nada por ello. Vamos llegando a París y la puesta de sol desde el avión es un degradado perfecto de azul oscuro a más claro, a amarillo, a naranja y a rojo fuego. Muy poco después tenemos sobre los asientos las estrellas del planetario, ¡oh!

Llegamos al aeropuerto de París a las 20:30 más o menos y si no fuera porque lo dice clarito el itinerario tendría mis dudas de si estoy en la capital de un país del primer mundo europeo, elegante, exquisito, la ciudad de las buenas maneras, buen comer y buen vestir... Pero lo de limpiar y mantener en buen estado las cositas no parece ser lo suyo, al menos en la terminal 2 del Charles de Gaulle. Lo de sonreir tampoco. Estaba a punto de echarle la culpa a los demás sitios en que son tan amables y amigables, por malacostumbrarme, ¡pero no! Eso no puede ser así. ¿Será cosa de los países latinos? ¿Acaso el precio a pagar por la cultura gourmet? En cualquier caso estoy seguro de que si un día visito la ciudad con algún amigo que la conozca, será otra cosa, como sucede en España.

Diez horitas de trasbordo, por la noche, nada abierto, nada limpio y apenas un enchufe para cargar las iBaterías de mis iCaharritos. Afuera un frío que te cagas, un taxi cuesta alrededor de 40 € (¡olvídalo!) para ir y otros tantos para volver de la ciudad. Las pocas personas que pasan caminando rezan (bueno, dudo que justo estos que veo lo hagan) en la Mezquita... Y hago un double checking de mis papeles para confirmar que es PARÍS en donde me encuentro. El aeropuerto está vacío, solo unos poquitos abandonados merodeamos y nos apertrechamos entre las incómodas, viejas y escasas sillas que hay frente a los mostradores de chek-in, totalmente desmantelados hasta las 04:30 am. Yo encuentro mi sitio y armo mi casita con una silla con rueditas que encuentro por ahí sobre la que subir mis pies descalzos e hinchados, mi equipaje (¡todo!) en un carrito y mi bufanda. Al rato llega un señor que se instala en un asiento próximo al mío y se tumba como puede sobre los reposabrazos; debe estar muy cansado porque ronca bastante... ¡Oh!, debe estar incluso más cansado aún, porque también se tira pedos y no para el cabrón. Y yo con estos tobillos y este equipaje que me complican enormemente el desplazarme. ¡Hay que joderse, con todo el espacio que hay en el aeropuerto!

Bueno, ya falta poquito. A las 04:30 am abren los mostradores de check-in y tras hacer el mío con la mayor de las suertes, pues es una chica majísima la que me atiende y hasta me hace un cambio de grupo para facilitarme el acceso en primer lugar y poder elegir un buen asiento, paso el control 2 horas antes del despegue y resulta que una vez allí no hay baño, ni enchufe, ni cafetería, ni nada que no tenga forma de ventana o silla, así que vuelvo para atrás, pues tú me dirás lo que hago allí durante 2 horas... Veinte minutos antes del embarque (o debo decir "abordaje", por cómo en realidad se hizo?) me dirijo al control y me encuentro con una cola del copón para dos abordajes, pasando por un único escanner. El policía francés ni sonríe ni acelera, todo lo contrario y allí estamos todos oyendo como hacen últimos llamados a los pasajeros de nuestros aviones, la mitad de los cuales estamos fuera. Aquello se hace eterno y al pasarlo todos van a la carrera. Resultado: todos me adelantan y cuando llego al avión están todos sentados en los mejores asientos y me río de lo irónico de la situación. Al menos uno de los azafatos de vuelo es cuidadosamente educado y simpático; eso hace que el viaje recupere su buena cara y llego a Madrid con las piernas jodidas y una gran sonrisa.

¡Gracias, Dani y Ángel, por recogerme en el aeropuerto!





(fotos: Dubai Int'l Airport / Planetarium en avión / Puesta de sol yendo a París / 2 de Aéroport Charles de Gaulle)

AUSTRALIA VIII: el último día

Día 17:
He dormido de maravilla y como de costumbre en estos días, me despierto con las aves exóticas hablando entre ellas en los árboles de mango y palmeras junto al balcón de la habitación. Ducha, check-out, desayuno y compra de billete de bus Greyhound a Brisbane. La mañana no ha sido tan soleada como decía el forecast, pero hacia las 12:30 sí que mejora, así que compro el billete de bus para las 15:25 en lugar del anterior y así puedo disfrutar de la playa una vez más. Voy muy despacio, eso sí, creo que incluso me adelantó una señora muy, muy mayor y debió mirarme como diciendo "¡sal de la carretera, toser!". Averiguo sobre un locker público en que dejar mi equipaje y cuando por fin llego, me dice una chica que también ordenaba su equipaje "oh, pero si te vi caminando hacia aquí hace como una hora, jaja"... El caso es que me hizo gracia y nos pusimos a hablar; es de Canadá, estudió Ingeniería Ambiental (la tercera que conozco) en Perth y va a Brisbane a visitar a una amiga que está de vacaciones, así que si no coincidimos en la playa hacia la izquierda de la bandera amarilla y naranja, nos veremos en el bus a Brisvegas.

Nado un rato y me tumbo a leer en la playa hasta que llega la hora, recojo mi equipaje en el locker y me armo con un sandwich y una ginger beer Bundaberg, como la marca de ron australiano, para poder tomarme mis 800 mg de ibuprofeno. En el bus entonces coincido con N. de nuevo y hacemos el viaje charlando y durmiendo (yo, que voy dopado).

Al llegar a Brisy (una abreviatura cariñosa y australiana para Brisbane), K tiene lío de trabajo y me cojo un taxi a casa para ducharme e ir preparando mi equipaje, pues esta noche es ya la última y ni siquiera duermo aquí. Por supuesto, me meto un mango de despedida entre pecho y espalda en un intento de detener la inminente llegada del final de este viaje, de eternizar la gloria del mango diario...

K me tiene un par de sorpresas aún... ¿Será algo de música? ¿algún concierto? ¿una coctelería? No tengo ni idea de qué podrá ser, pues apenas tendremos tiempo de cenar y poco más antes de llevarme al aeropuerto. La primera llega con ella a casa y trae condiciones: un par de discos de Eskimo Joe que debo copiarle. ¡Hecho! Luego vamos a cenar a uno de los mejores sitios de carne de la zona. De estos que no necesitan promocionarse con cupones de oferta para ciertos días de la semana. Y, cómo no, debo probar uno de los estupendos steaks con salsa de pimienta, verduras, ensalada césar y patata al horno, que es en realidad puré de patatas puesto al horno dentro de la piel de la propia patata, maridado con un Shiraz discretamente afrutado y con carácter de madera. Fantástico. Para la próxima visita queda pendiente probar la carne de canguro, que anoche me la perdí mientras estaba en Noosa. Ahora viene la segunda sorpresa, que supera mis infantiles expectativas; una visita guiada por K misma a la ciudad, que aún no había podido verla, pues estuvimos todo el tiempo fuera. "¿No has traído tu cámara? ¿Justo ahora?", "Oh, Mig, you're not gonna be happy with yourself, not at all!"... Un paseo por el South Bank, una zona construida para la Expo Brisbane 1988. Muchísimo mejor aprovechada la obra que en Sevilla, donde la zona parece un pueblo fantasma, los australianos han hecho de ella una playa artificial en plena ciudad, junto al Brisbane River, con arena, agua, puentecitos, piscinas, etc. en que puedes bañarte cuando te dé la gana. Son las 10:15 de la noche y ¡hay gente tomando un baño en la playa y un socorrista de turno! Increible. Y esa especie de tunel de tubos y enredaderas, que es más bien un paseo por un jardín en medio de la ciudad. Tomamos el City Cat, que es un bote que te lleva por el río y hace algunas paradas. Hace una muy buena noche y Brisbane, por el río y bajo los puentes, con sus luces, resulta muy bonita. El camino junto al río, para los corredores y ciclistas lo iluminan que parece que lo preparan para una supergala. Y pensar que es así siempre y que hay gente que lo recorre a diario...







(fotos: 2 de Halse Lodge Backpackers / 2 de Greyhound bus / South Bank, Brisbane / Brisbane River desde el City Cat)

13 ene 2010

AUSTRALIA VII: Zoo y Noosa Heads




Día 14:
Dicen que es uno de los mejores zoos del mundo y empezó siendo un parque de reptiles, el "Australia Zoo, home of the crocodile hunter", fue fundado por Steve Irwin, que en paz descanse (murió en septiembre de 2006 atravesado por la cola/arpón de una raya látigo). Bueno, aquí por supuesto la fotito con la pitón, con los canguros, koalas, tigres, elefantes, aves, wombats, cocodrilos y demás reptiles... Eso sí, toda la visita al zoo viene acompañada de mi cojera extrema y de intermitentes pero potentes chaparrones, las llamadas summer rains, que aparecen cuando tengo que caminar por el parque y terminan cuando por fin llego a un techito bajo el que resguardarme de la ya acabada tormenta. Y vuelta a empezar cuando necesito moverme... Pero ¡hey, y tan contento voy empapado!

Esta noche dormimos en casa de Harris y sus hijos, S. y J.. Un mar de tranquilidad esa casa y ese pueblo. Cenamos Thai (pedido por teléfono) e intento que no se me note en la cara nada cuando llega el momento de bendecir la mesa (...).

Día 15:
Otro fantástico día soleado, a pesar de la predicción del tiempo y nos vamos a Noosa Heads, a la playa de Laguna Bay, junto al Noosa National Park. Yo definitivamente no puedo correr ni apenas caminar, así que K se va dar su carrerita y yo me voy a la playa y a una farmacia a comprar algún antiinflamatorio y bolsas de gel. Cuando coincidimos en la playa la predicción del tiempo resulta tener razón y empieza a llover; parece que será algo pasajero y cortito, pienso, de hecho estoy convencido de que parará enseguida, lo sé por la dirección del viento y la posición de las nubes. Pero no hace más que llover más y más fuerte, me meto la lengua donde puedo y no me queda más que relajarme y disfrutar del creciente chaparrón... Bañarse en el océano bajo la lluvia me encanta, siempre y cuando la temperatura se mantenga templadita y cuando regreso a nuestro sitio en la arena me encuentro a K sobre una toalla empapada y otra encima más empapada aún, creo que no se ha podido levantar por el peso de la toalla mojada. Los bolsos, todo está empapado, excepto el interior del mío y entonces me felicito por la buena compra que en su día hice en Timbuk2. Bueno, se acabó el regocijo y toca rescatar lo que se pueda; buscamos el cobijo de algún techo junto con el resto de gente igual de poco previsores que nosotros y resulta que el teléfono de K entró en cortocircuito con el agua justo cuando esperamos la llamada de C., C., S., y B., que vienen de camino a Noosa desde Brisbane para pasar el día y la noche aquí. Nos movemos a la calle para escapar de la lluvia y para cuando mi cojera me permite llegar al parking junto a la acera, termina el chaparrón y aparece un espectacular y brillante sol como no había visto desde hacía una semana. Como decía, era una summer rain pasajera. ¡Hay que joderse!

Llegan C., C., S., y B. y quedamos para comer en la terraza de un sitio muy rico en plena calle Hastings. (Volvió a llover, pero estábamos a buen recaudo). De ahí al Parque Nacional de Noosa; pero yo no puedo caminar apenas, por lo que me pierdo el paseo por el parque y me quedo en la playa, que no conocía —nos quedamos C., B. y yo—, preciosa, paradisíaca, atravesamos un tramo de rocas y llegamos con éxito a la arena y el agua. Está lloviendo a cántaros de nuevo, pero, como ya he dicho, la lluvia sobre la playa me encanta y nos cambiamos a una cala de al lado, como una piscina natural. El puentecito que reccorre la línea entre la playa y la carretera parece diseñado por un paisajista y probablemente lo sea; no apetece irse de aquí, entre los árboles, junto a la carretera y una especie de pequeño barranco con árboles que baja hasta la arena. Y hasta me da tiempo, bajo la lluvia, a pasearme por la parte de abajo del parque. Escampa y toca la hora de los helados. Vamos al sitio en que se alojan los chicos: un fantástico apartamento de lo más acogedor, en el que no falta ni un electrodoméstico en la cocina ni comodidades, con una terraza de madera que nos mete entre palmeras, dos pisos, dos habitaciones, dos baños, salón de estar, parking, laundry room... Vemos un capítulo de "Lost" y vamos todos a cenar a un restaurante hindú recomendado por K (que vivió y trabajó en la zona hace unos años). Todo exquisito. Por cierto, C. es de descendencia hindú y nos explica algunos detallitos de la comida.

Vemos otros capítulos de "Lost" y resulta que nos quedamos a dormir allí mismo todos.


Día 16:
K debe irse hoy a Brisbane, pues tiene trabajo. Tenemos un gran desayuno todos juntos. Yo me quedo un día más porque parece que mañana hará buen tiempo y en Brisbane no podré manejarme solo para pasear con mis tobillos y rodillas así, de modo que me registro en el Halse Lodge Backpackers y paso el día por allí mismo. El seguro de la tarjeta de crédito me arregla una cita en un médico de allí, que me recibe en sandalias, bermudas y camisa hawaiana y me explica que no son esguinces lo que tengo (me acordé del chiste del "desgarro") y que no se deben a las carreritas, sino que puede ser gota o algún tipo de artritis que solo se sabrá con un examen de sangre. Es posible que haya surgido por una picadura de mosquito, por un virus, vino o mariscos de por allí... En fin cosas tan dispares como esas y otras que comentó, que pueden disparar la producción de ácido y acumulación de cristales en las articulaciones. De hecho, es muy doloroso. Me receta el doble de ibuprofeno de lo que venía tomando y unos flight socks para el viaje de regreso a Madrid. Bueno, al menos ya sabemos que no es un esguince y ahora parece que duele menos.

Paso la noche en el backpackers, que tiene muy buen ambientillo y aprovechando que no puedo caminar, compro un par de vouchers de WiFi y me conecto a internet para porner al día algo de correo y facebook. Es una bonita terraza junto a la montaña del parque nacional y un amplio salón con sofás... Dormiré en una habitación de 14 personas, pero afortunadamente son todos muy tranquilos, respetuosos, buen rollo, ordenados (es la costumbre de los backpackers).










(fotos: 6 de Auztralia Zoo / Harris's / Halse Lodge / 3 de Laguna Bay, Noosa Heads)

AUSTRALIA VI: de vuelta en Brisbane, Noche Vieja

Día 11:
Pues eso, que llegamos por la tarde a Brisbane a poner lavadoras, limpiar las tiendas de campaña, ducharnos y prepararnos para ir a cenar a casa de Tania, con Alex (saxofonista), Sara (cantante), su marido (pianista/trombonista/trompetista), y la compi de casa de Tania (estudió la biblia y creo que trabaja con Hacienda). Todos majetes y relajados. Pasta boloñesa y una botella de vino Shiraz Cabernet de Coonawara.

A todas estas, vengo probando todas las cervezas australianas que puedo: Toohey's, VB, Carlton, Jame's Boag, James Squire, Platinum Blonde, Pure Blonde, Hahn's, Hummingbird (¡con passion fruit!)...

Nota sobre gastronomía: la comida típica de un australiano medio consiste generalmente en un buen trozo de carne (steak, usualmente de res, aunque puede ser de cualquier otro animal, incluido canguro) con tres verduras de distinto color... Lo que llaman "Steak & 3 veggie". No es una cosa estética, como algún graciosito simplista tendería a pensar. Se trata de combinar verduras con distintas cualidades, para balancear: brocoli, pimiento (rojo) y zanahoria, por ejemplo, sería una combinación. O pimiento verde, maiz y remolacha... Aparte están los populares beef pies (pasteles de carne); normalmente de beef, aunque los hay de pollo y otras carnes... Y en ciudad son bastante de comer gastronomía extranjera; cualquiera se desenvuelve con soltura en un japonés, un tailandés, vietnamita o hindú. Beber, agua, cerveza y vino. El vino es algo relativamente reciente, en cualquier caso, por lo que los más jovenes no lo toman en cualquier momento, sino en ocasiones particulares. No había visto nunca un refresco que suelen tomar: lima + limón + bitters (amargo de angostura)... Curioso.

Día 12:
Hoy se acaba el año, 31 de diciembre y hace un día soleado, ideal para ir a la playa; nos vamos a la Gold Coast, que consiste en km y km de playa —¿unos 20 quizás?—, concretamente a Main Beach. Y me pego una caminata por la arena, pero ya se nota que los "esguinces" se desarrollan y me duelen los tobillos y un poco las rodillas al caminar.

La cena de Noche Vieja es en casa Cherryl, Charlie, y Stacey, que tienen de invitada a Bronti, una amiga australiana que vive en Las Vegas y su exótico rostro es el resultado de un padre chino y una madre inglesa-australiana, que junto con lo modernito del peinado y los tatuajes le dan un rollo impactante. Allí montamos una barra de coctelería con todo y yo me encargo de las bebidas (un éxito), Cherryl y Stace de la comida (otro éxito), Charlie de la música (más éxitos), Bronti y Kylie de ayudar en lo que sea y el perro (siempre le llamé buddy y no recuerdo su nombre...) de liarla. Todo muy rico. Fuimos a ver los fuegos artificiales del Brisbane River, pero la verdad es que no fueron gran cosa; podíamos habernos quedado en casa de los chicos, que estábamos de maravilla. Yo ya cojeo que no veas. Aún así lo hemos pasado muy bien.

¡¡¡FELIZ AÑO 2010!!!

(Bueno, yo eché de menos el acercamiento y la abrazadera alocada que nos damos en los países latinos... Allí lo que hicimos fue brindar un ratín antes, pero al momento de las campanadas estuvimos pendientes de los fuegos artificiales y de pronto se acabaron y nadie celebraba con gritos y fiesta y abrazos y buenos deseos, etc...). Ahora parezco un italiano cerrado en mi "¡como nuestra fiesta y nuestras muestras de afecto no hay!".

Día 13:
Ya estamos en enero de 2010 y hoy día 01 nos vamos a Sunshine Coast, a la playa de Mooloolaba con equipaje y colchones inflables, pues no sabemos cuándo regresaremos. Después de un día relajado en la playa, leyendo y con algún baño en el océano, nos quedamos a dormir en casa de Magie y Arthur, la surrogate family de K, que son encantadores, se acaban de jubilar y comprar un motor-home con el que recorrerán todo el país (eso es decir bastante); no saben si tardarán 6 meses, un año o cinco... ¡Qué vida! Ella era enfermera y él es veterano de Vietnam (no recuerdo a qué se dedicaba después de ello, pues me quedé con la idea del veterano; ¡estaba charlando por la tarde y el desayuno con un auténtico veterano de Vietnam, como los de las pelis!).

Lo de los tobillos ya duele mucho y se hace casi insoportable. Ahora cojeo definitivamente y es una lata estar así de limitado. Parece que son, efectivamente, esguinces en tobillos y rodillas (¡ambos de cada!). No me lo puedo creer. En fin.





( 3 de Gold Coast's Main Beach / mi pie y una blue bottle muerta / 2 de Brisbane en Noce Vieja con fuegos artificiales)

12 ene 2010

AUSTRALIA V: carretera de la costa al norte

Día 9 (continuación):

...Todo el día llueve y eso no era parte del plan, justo en la semana de playas...

De noche necesitamos alojamiento en la zona de Port Macquarie y no hay, está todo lleno, pero en uno de los campings, aunque está cerrada la recepción, nos atenderá el guardia de seguridad. Es una noche incómoda, de lluvia, un poco de frío y cansancio. Tras algunos intentos fallidos de encontrar alojamiento en backpackers, acabamos yendo al camping que tenemos como plan B, el Sundowner Caravan Park . El guardia que nos recibe es un personaje mezcla de Hommer Simpson, Big Lebowski, y el guardabosques Smith (el del oso Yogui), que pasa absolutamente de currar y se tiene que dar unas carreras que le cuestan el alma. Nos dice que bajemos y montemos la tienda donde encontremos un hueco. Y así lo hacemos, a medianoche, en la oscuridad, bajo la lluvia, intentamos montar una tienda de campaña enorme que no conocemos, pues nos la prestó Mom, y además yo no soy muy ducho en ello, pero soy metódico, lo cual debe ayudar en algo... Claro que leer el manual de instrucciones con nombres técnicos en inglés que desconozco, iluminado solo por el faro del coche y la lluvia mojando el papel no es lo mejor. Un numerito, vamos. Y cuando finalmente parece que lo estamos logrando y está todo medio en pie llega un coche con una familia de la tienda de campaña contigua, se mosquean y nos dicen que ellos han pagado por dos plazas: una para su tienda y la otra para aparcar su coche, justo donde habíamos montado nuestro tinglado. La madre que parió a la vieja... Total que desmontamos todo y llamamos al guardia, a aquel que le costaba moverse, le llamaré "el guardabosques". Y nos dice que en unos 10 ó 15 minutos intentará bajar a ayudarnos. ¿Pero este se droga o qué? Mientras él se lo piensa, nosotros encontramos otro lugar y nos ponemos a montar de nuevo, nos cuesta lo nuestro y sabemos que al recordarlo en el futuro nos reiremos, pero en ese instante no hace ni puta gracia, de verdad. Bueno, a mí sí, que me estoy descojonando en silencio, sin que K se entere, que con el cansancio le entra una mala hostia... Además hacia el final del día, el agotamiento me hace a mí perder mi inglés y a ella su paciencia. Son ya más de la 01:00 am y nos metemos a dormir por fin.

No nos lo podemos creer, pero a las 04:30 llegan cuatro tíos de fiesta a la tienda de al lado, borrachos, gritando y riéndose, que se los están comiendo vivos unas hormigas... Y nos dan la noche. No se puede dormir. Salgo y les pido silencio, pero no debí ser muy convincente y ellos siguen en lo suyo. A las 06:30 todavía no se han quedado dormidos y ante el fracaso en la lucha con las hormigas de su tienda deciden seguir tomándose unas cervecitas sentados frente a su tienda. No me explico cómo nadie más que yo se atreve a salir y pedirles que se callen, así que vuelvo a ellos, esta vez con más confianza, me les acerco sonriente y relajado y hasta que no llego justo a sus sillas y le pongo la mano en el hombro a uno de ellos, no empiezo a hablar... Y tranquila y educadamente les explico con aires de Mark Strong en el personaje de Archy en "Rockanrolla", que hemos hecho muchos km al volante y que nos gustaría dormir un poco, que al otro lado de las rocas pueden tumbarse en la playa si quieren, pero aquí les pido silencio, con una sonrisa. Oye, ¡mano de santo! Volví a la tienda pensando: "pero cómo se te ocurre hablarle así a unos tíos que te sacan dos cabezas"... Pero, aleluya, funcionó.

Por la mañana me doy mi primer baño en la playa bajo el cielo plomizo y nos preparamos para seguir carretera al norte. Hasta que llegamos a Byron Bay, la tierra prometida, para alojarnos en un backpackers a 50 m de la playa, con un ambiente cool, medio hippie, super relajado y buenrollista. Es la primera vez que llegamos antes de que cierren, ¡yupi!, y cenamos en un vietnamita en el que no sirven alcohol, pero puedes traer el tuyo, así que voy y compro una botella de vino en una licorería, méate de la risa. Todo muy rico, por supuesto cosas con jengibre, mi manjar:

- Langostinos con caña de azúcar y salsa de cacahuetes.
- Pollo "crispy skin" con arroz al tomate y salsa de jengibre.
- Tofu con brócoli.

Y unos cócteles en "The Balcony": Lychee Caipiroska y Ginger Girl (con ron en lugar de vodka).

Día 10:
¡Por fin vuelve el sol! Así que mientras K se va a correr —yo no puedo por un dolor en mis tobillos y rodillas, quizás por forzarme demasiado en Sydney— me voy a la playa. ¡Menuda playa y menudo ambientazo! Hace un día cojonudo y desayuno en un cafe muy chulo y cool que me recuerda un poquito al Noah's Cafe de Cala Ratjada en Mallorca: café con leche y muffin de naranja con semillas de amapola. Al rato vuelvo a desayunar, con K, mangos por supuesto y nos vamos a pasar el resto de la tarde en la playa de nuevo. Al llegar la hora de la comida resolvemos trayéndonos a la arena unas cajas de fish and chips con salsa tártara, una versión gourmet...

El dolor de los tobillos y rodillas crece y parece que me he hecho un esguince en cada uno. ¡Qué jodienda!

Seguimos al norte y estamos a penas a unas dos horas de Brisbane.








(fotos: 5 de Town Beach (Port Macquarie) / Mangos / 3 de Byron Bay)

AUSTRALIA IV: Sydney y el comienzo de la costa

Día 7:
En Australia se celebra el Boxing Day el 26 de diciembre, a veces con mayor protagonismo que la propia Navidad del día 25. Y este es el día en que nos lanzamos de nuevo a la carretera por 15 horas hasta Sydney. Cómo no, llegamos de noche otra vez y nos alojamos en el Westend Backpackers, en una zona céntrica de la ciudad. Esto ya huele a gran ciudad, a desastre y chavales jovencitos de muchos países con un obetivo común: ¡pillarse un pedo del copón! El edificio no es bonito por fuera ni por dentro, ni acogedor ni muy limpio que se diga. La mayoría de los que te pasan por al lado vienen "tos cocidos". Y es que es sábado noche... Bueno, no siempre se puede tener todo. Allí coincidimos con M, la de hace unos días en Port Stephens y D, el otro alemán. A dormir, que mañana será otro día.

Día 8:
Al levantarnos, carrera de 47 minutitos por un escenario impresionante, el Sydney Harbour, el Opera House, el jardín botánico, el puente (Sydney Harbour Bridge)... El edificio del Opera House es apoteósico, por más que lo ves en películas y fotos no te haces una idea de lo que en realidad es estar delante de él, con el puente al lado, los jardines, el agua. Eso sí, un montón de escalinatas, que corriendo se notan después. Gran desayuno y un poco de sightseeing por la ciudad y el Museum of Sydney hasta llegar a Darling Harbour. Por la noche fuimos a ver unos grupos que tocaban en un sitio y eran malísimos —dios, muy malos—, pero íbamos varia gente y debíamos acoplarnos al presupuesto del más limitado, lo que acortaba las posibilidades de ir a un club con artista conocido. Cenamos en un buffet de estos de "eat all you can", que está riquísimo; hacía tiempo que no iba a uno de esos. Y de ahí me voy solo, pues los demás se rajan a dormir ya, a Surry Hills, por recomendación de mi amigo Ollie. Menos mal que me dio varias sugerencias, pues la primera a la que fui era un ambiente del que no me advirtió, que sí, que respeto y todo bien pero que prefiero evitar si voy solo, pues soy de esas personas que a veces le cuesta decir que no a una propuesta, pero en un ambiente tan gay no puedo ser tan buenrollista, no... Así que me voy a Kingskross, bullidero de gente buenorra y frívola, hasta la metra en todos los fancy clubs y la calle. Pero bueno, no iba a ir a Sydney y no probar un cóctel en un sitio guay. Puedo entrar —a pesar de mis zapatillas y gracias a mi acento y explicación en la puerta acerca de lo que hago en España con la coctelería— a "The Lincoln", donde me soplan 20 AU$ por entrar y otros 16 AU$ por un Mai Tai. ¡Ya podía estar bueno! Pero francamente, era normalito. Creo que deben cobrar eso pensando en que los clientes tienen que pagar por ver el desfile de modelitos, que no tiene desperdicio.

Día 9:
El plan era subir pronto por la mañana a la Sydney Tower, también llamada "Centrepoint", con Martha, pero el mal tiempo, la aplastante lluvia y la espesísima niebla nos lo impiden, así que nos conformamos con desayunar en un cafe agradable.

Y empieza nuestra carretera de regreso al norte. La despedida de Sydney es una parada en Bondi Beach, que tiene un paseo lleno de bares chulos y tiendecitas. Pero llueve bien y no estamos en chanclas, así que poca playa hay, excepto para los surfistas, que son un montón en todas las playas. Paramos en Gosford, para visitar a Aunty Mara, la tía abuela de K, que a sus 96 años de edad no veas la personalidad que aún conserva y como habla; me recordó a mi tía Chiti (no por la edad, sino por la vitalidad ¡por si lo lees, tía!). Hacemos otra parada para comer, comprar unas zapatillas más apropiadas para correr —aún recuerdo la cara del vendedor cuando me preguntó la talla y mi inglés me traicionó con las fracciones y decimales, haciéndome soltar un "nine thirty, please", queriendo decir "nueve y medio" como si fuera la hora, jijiji— y una caja entera de mangos para desayunar todos los días (que salían a 99 ¢ de dólar cada uno); ¡eso mola!

Todo el día llueve y eso no era parte del plan, justo en la semana de playas...


(foto: Jörg Heumüller)






(fotos: Opera House y Sydney Harbour Bridge / Sydney / Watter taxi / Sydney Harbour / Darling Harbour / Sydney Tower (Centrepoint) / 2 de Bondi Beach)